La contienda final de la reconquista castellana terminó con la conquista del reino nazarí de Granada por los Reyes Católicos (1481-1492). El enclave musulmán de Granada se estaba convirtiendo en una amenaza potencial, debido al auge del poderío turco en el Mediterráneo. Por otra parte las querellas familiares de nazaríes parecían favorecer un ataque contra el reino granadino. La empresa requería un extraordinario esfuerzo (los granadinos disponían de numerosas fuerzas y de plazas bien fortificadas, y podían recibir ayuda desde el norte de África, a través de la costa. Los Reyes Católicos tuvieron que recurrir a todos los auxilios económicos imaginables (concesión de la cruzada por el papa, préstamos, etc.) para reclutar peonaje, a la vez que movilizaban a los nobles con sus mesnadas. De hecho, y pese al empleo en gran escala de la artillería, la guerra de Granada puede considerarse como una de las últimas guerras feudales españolas. No hubo una acción militar continuada, sino una sucesión de campañas anuales (en primavera y verano), aunque sí existió una estrategia global, encaminada a desarrollar las diversas fases que habían de conducir al asalto final de la capital nazarí, tras haberla aislado de sus salidas exteriores con la toma de Málaga y de Almería. Los primeros episodios fueron una mera continuación de las pugnas intermitentes entre los musulmanes y las partidas armadas de los nobles cristianos. En 1483 los granadinos infligieron una grave derrota a las fuerzas nobiliarias en la Axarquía, pero pocos meses después sufrieron un tropiezo ante Lucena, donde cayó preso Boabdil. Los Reyes Católicos le devolvieron la libertad, tras haberle hecho firmar el pacto de Córdoba (1483), con el que se declaraba vasallo suyo y se comprometía a ayudarles en la lucha contra su padre Muley Hacén (el pico más alto de la península iberica, el Mulhacén, toma su nombre del penúltimo rey de Granada Muley Hacén).
La querella entre Boabdil, su padre y su tío «el Zagal» llegó entonces a un enfrentamiento abierto, mientras las fuerzas castellanas lograban la toma de Álora (28 junio 1484) y de Setenil (21 septiembre), en acciones de sitio en que por primera vez se usó en gran escala el apoyo de la artillería, y talaban la vega de Málaga y parte de la vega de Granada. La campaña de 1485, pese a los éxitos iniciales de los Reyes Católicos (toma de Ronda, el 22 de mayo), fue indecisa a causa del desastre sufrido por sus tropas en setiembre. En 1486 la contienda tomó un nuevo cariz, ya que los éxitos militares castellanos (toma de Loja, Íllora y Moclín, en los meses de mayo y junio) rompían definitivamente el aparente equilibrio de las campañas anteriores. En vista de ello, los monarcas castellanos decidieron realizar un gran esfuerzo en 1487 y reunieron grandes fuerzas en Castilla, haciendo levas de peones, conminando a todos los caballeros para que se presentasen en Córdoba el 25 de marzo e incluso dando carta de seguro a los criminales que se enrolaran; el resultado fue la captura de toda la zona de Málaga, incluida la propia capital, que cayó tras un encarnizado asedio (1487). La toma de Málaga fue un éxito resonante y produjo considerables beneficios, ya que los cautivos fueron sometidos a esclavitud (192 fueron vendidos por cerca de dos millones de maravedíes, 683 fueron regalados a prelados y caballeros, 100 fueron enviados al papa como obsequio, etc.) o tuvieron que abonar fuertes rescates; se efectuaron también repartos de tierras entre las gentes que habían tomado parte en la campaña. En 1488 sólo hubo una ligera actividad en tierras de Almería, pero en 1489 se realizó otra acción de gran importancia: la conquista de Baza que se rindió tras de largo cerco (20 jun a 4 dic), lo que motivó la rendición del Zagal quien entregó a los Reyes Católicos Almería, Guadix, etc. Con esto, el reino nazarí quedaba definitivamente aislado del mar y su caída era inevitable. En 1490 los castellanos se limitaron a talar la Vega de Granada pero pero en abril de 1491 dio comienzo lo que iba a ser la campaña final, construyendo en Santa Fe un poblado-campamento, en previsión de un largo sitio. Perdida toda posibilidad de recibir auxilio exterior, Boabdil acabó negociando una rendición honorable, que le representaba personalmente la concesión de tierras y cuantiosas rentas, y garantizaba a los pobladores de Granada la conservación de sus bienes y el respeto a sus leyes, religión y costumbre. Así se consumó la entrega de Granada capital el 2 de enero de enero de 1492 (día que todavía hoy es festivo en Granada y es conocido como el día de la toma de Granada), y se puso término así al último estado musulmán en la península y a un hito en la historia de Granada.